martes, 20 de noviembre de 2018

leyenda la llorona version reciente

Versión reciente Cuentan que vivió en San Luis una mujer muy bonita, que se casó y tuvo dos hijos. Al parecer vivía bien con su esposo, pero tiempo después tuvo un amante y cuando su marido se enteró buscó a aquel hombre y lo mató, huyendo después con rumbo desconocido. En poco tiempo ella tuvo otros amantes y empezó a estar mal de la cabeza, como loca, pues pensó que sus hijos le estorbaban y que era mejor que ella misma los matara. Le daba vueltas a la idea, hasta que una noche en que llovía muy fuerte se los llevó al río y allí los ahogó. Cuando apenas había cometido el crimen se arrepintió y entonces sí se trastornó, andaba sola, sin hablar con nadie, y casi sin comer. Se pasaba las horas nada más sentada y con la vista fija. Pero los días peores eran cuando llovía porque se salía desesperada a caminar por las orillas del río, sin dejar de gritar y llorar por sus hijos. Sus lamentos eran tan horribles que las personas se asustaban al oírla. Cuando esta mujer murió, su alma no pudo descansar y se aparecía por las noches cerca del río, dando gritos, llorando y lamentándose por los hijos que había matado. Hay muchas personas que dicen haberla oído. Lilian Scheffler, Leyendas de México. Tradición oral de grupos indígenas y mestizos, México, Panorama, 1986.

Mito

Leamos un mito La ninfa Eco Ovidio Eco era una hermosa ninfa amiga de los bosques y las montañas, donde disfrutaba con agrestes juegos. Era una de las favoritas de Diana, a quien ayudaba a la caza. Pero Eco tenía un defecto: era muy charlatana y siempre, conversando o discutiendo, tenía que decir la última palabra. Un día Juno iba en busca de su esposo —porque tenía razones para sospechar que estaría divirtiéndose con las ninfas— y Eco la entretuvo con su charla dando tiempo así a que las ninfas escaparan. Cuando Juno descubrió la trampa, sentenció a Eco con estas palabras: “Perderás el habla, pero podrás hacer uso de ella en un caso al que eres muy aficionada: para contestar. Seguirás teniendo la última palabra, pero nunca podrás hablar la primera”. Cierto día esta ninfa encontró a Narciso, un apuesto joven que iba de caza por las montañas; se enamoró de él y lo siguió. ¡Cómo deseaba dirigirse a él con suave acento y seducirlo con la conversación!, pero no podía. Esperó con impaciencia a que él hablara primero para poder contestarle. Un día, el joven se separó de sus compañeros y gritó: “¿Hay alguien aquí?” Y Eco contestó: “¡Aquí…!” Narciso buscó a su alrededor pero no encontró a nadie y gritó: “¡Ven!” Y Eco contestó: “¡Ven!” Y como no venía nadie, Narciso exclamó otra vez: “¿Por qué me rehúyes?” Y Eco contestó con la misma pregunta. “Reunámonos”, dijo el joven. La doncella contestó esa misma palabra con todo su corazón y corrió hacia él dispuesta a echarle los brazos al cuello. E intentó hacerlo, pero Narciso la rechazó exclamando: “¡Suéltame! ¡Qué horror, me moriría si me abrazaras!” Y ella tan sólo pudo decir “Si me abrazaras”. Fue inútil; él se marchó y ella corrió a ocultarse en las profundidades del bosque. Desde entonces Eco habitó en las cavernas y en los acantilados, su carne se marchitó de pena, sus huesos se convirtieron en rocas y sólo quedó su voz. Ella aún contesta a cualquiera que le llame y mantiene su vieja costumbre de decir siempre la última palabra. (Adaptación de Antonio Domínguez Hidalgo

xtabay

Esta es la historia de dos hermanas de gran belleza, una de ellas era Xtabay conocida como XKEBAN (la pecadora), por que se entregaba al amor. Las personas del pueblo la despreciaban y le huían como algo desagradable, aunque su cuerpo y su pasión la maldecían su corazón la redimía, ya que curaba a los enfermos, y amparaba a los más desprotegidos, así como amaba a los animales. Su hermana conocida por el mismo pueblo como UTZ-COLEL (mujer buena), era todo lo contrario, pura, justa, y jamás había hecho algo malo que disgustara o juzgara el pueblo, la gente la apreciaba. Pero en su interior era rígida, y dura de corazón, incapaz de amar a sus semejantes por considerarlos inferiores. A los enfermos los consideraba repugnantes, dura como piedra, estricta así era esta hermosa mujer. Un mal día la gente no vio salir a la XKEBAN de su casa. Así pasaron días. Los pobladores acudieron a su casa de la cual salía un aroma agradable. En el interior descubrieron su cuerpo sin vida en el suelo el cual aun se conservaba gracias a los animales que velaban el cuerpo inerte de XKEBAN a lo cual UTZ-COLEL lejos de sentir dolor solo expreso esto es cosa del diablo y añadió si el cadáver de una pecadora puede desprender aromas tan agradables, mi cadáver destilara un perfume mucho más agradable y sonrió. Al entierro solo fueron los enfermos que había sanado, al día siguiente su tumba amaneció cubierta de flores hermosas llenas de color y de sutil aroma. Después de un tiempo falleció UTZ-COLEL. Aun virgen seguro alcanzaría la gracia de dios. Tan rápido como falleció su cuerpo empezó a desprender un olor fétido. Enseguida la enterraron y todo el pueblo estuvo presente. Le adornaron la tumba con hermosas flores, que al amanecer habían marchitado y su olor era desagradable. Los pobladores dijeron entonces esto es cosa del diablo. En la tumba de la XKEBAN brota una flor tan singular llamada FLOR DE XTABENTUN. El néctar de esa flor embriaga dulcemente como una vez lo hizo su amor y su pasión. Mientras que en la tumba de UTZ-COLEL broto una FLOR DE TZACAM la cual es un cactus con espinas que al tocarla es muy fácil punzarse y de la cual brota una flor hermosa sin perfume alguno. Así como fue en vida una hermosa mujer sin alma sin esencia. Era tanto su odio a su hermana que después de su muerte logro regresar con la ayuda de los malos espíritus, enfadada por el desigual destino que habían tenido UTZ-COLEL se convirtió en la mala Xtabay la cual surge del TZACAM para imitar a su hermana en vida, ofreciendo su mundano amor a los hombres, la cual los aguarda en las ceibas, peinando su larga cabellera con un trozo de TZACAM erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal.